La diabetes
mellitus es una grave enfermedad del metabolismo, se caracteriza por la
alteración en la cantidad de insulina secretada por el páncreas en respuesta a
la glucemia y/o la baja respuesta celular a dicha hormona.
Normalmente la
insulina permite la disminución de la glucosa en sangre (glucemia) utilizando
el exceso para almacenar energía en el cuerpo. Por lo tanto, si bien la
glucemia aumenta luego de comer, gracias a la secreción de insulina y la
respuesta de las células, vuelve a bajar al utilizarse por los distintos
tejidos.
La alteración en
el equilibrio genera un aumento de glucemia sostenido en el tiempo, la
cronicidad daña principalmente los vasos sanguíneos. Las consecuencias de dicho
daño pueden ser catastróficas si no se realiza el tratamiento correcto y a
tiempo.
La Diabetes
Mellitus se divide en varios tipos, la edad de debut, la herencia, el cuadro
clínico inicial y el tratamiento son diferentes, pero el daño en el cuerpo que
produce la hiperglucemia prolongada es similar.
Se estima que
existen más de 465 millones de personas diabéticas en el mundo y cerca de la
mitad de ellos no lo sabe. En la Argentina la padecen aproximadamente 1 millón
y medio de personas y alrededor de 720.000 no están diagnosticados.
El sedentarismo,
la obesidad y la dieta no equilibrada son los principales factores que llevan
al preocupante aumento en la prevalencia de la enfermedad, sostenido a lo largo
de los años.
El daño
secundario a la diabetes se produce en variados órganos del cuerpo, destacando
al corazón, cerebro, riñones, extremidades y ojos.
Hablando
específicamente del ojo, la diabetes puede producir cataratas, retinopatía
diabética, edema macular y glaucoma neovascular. Además de alterar la
cicatrización y aumentar el riesgo de infección por algunos patógenos (hongos
por ejemplo).
Es muy importante
entender que como el daño ocular es secundario a la alteración vascular
producida por la diabetes, suele tardar años en empezar a dar síntomas
oculares. Esto ocasiona dos problemas, el primero es el diagnóstico tardío de
la enfermedad y el segundo el relajamiento de algunos pacientes pensando
erróneamente que no les dañará sus ojos.
Para cuidar los
ojos de un diabético es clave el control de su enfermedad, sin hiperglucemia
crónica no hay daño ocular. De la misma forma un paciente puede pasar toda su
vida en un estadío leve de retinopatía si la enfermedad se encuentra
controlada. El control de la enfermedad puede hacer que la retinopatía inicial
y el edema macular mejoren.
La retina es el
tejido nervioso situado en la parte posterior del globo ocular, se encarga de
recibir y procesar los estímulos lumínicos que ingresan al ojo, se trata de
células nerviosas muy específicas. La falta de oxigeno (isquemia) y las
hemorragias (sangrados) dañan las células nerviosas, lo que repercute en la
visión.
Además en muchos
casos la diabetes ocasiona edema macular secundario a la alteración en la pared
de los vasos sanguíneos y a un proceso inflamatorio. La mácula es la zona de la
retina de máxima definición visual, el edema macular altera la visión central
que permite leer.
La retinopatía
diabética es consecuencia de la alteración de la microvasculatura retiniana, se
producen sangrados, inflamación e isquemia.
El daño producido
en el ojo es progresivo, por lo que es muy importante revisar al momento del
diagnóstico y periódicamente a los pacientes diabéticos. El examen debe incluir
al fondo de ojo, este estudio permite ver la retina y los vasos sanguíneos. En
algunos casos conviene realizar también estudios complementarios.
Inicialmente se
producen cambios reversibles, luego el daño puede requerir tratamientos quirúrgicos.
La retinopatía se
llama no proliferativa cuando aún los efectos de la isquemia y la inflamación
son reversibles. Se denomina
retinopatía proliferativa cuando por la isquemia crónica los vasos retinianos
crecen en forma caótica. Las paredes de los nuevos vasos que proliferan son incompletas,
por lo que tienden a sangrar y al crecer traccionan de la retina dañándola.
La retinopatía no proliferativa requiere estabilizar
la glucemia para que no progrese a la forma proliferativa. Esta última produce
sangrados que dificultan la visión, puede desprender la retina y/o debido al
crecimiento de vasos producir glaucoma neovascular. Si no se trata puede
conducir al dolor ocular y/o a la ceguera.
Es importante
destacar que existe un estadio entre la forma no proliferativa y la
proliferativa en el que es necesario realizar un tratamiento con láser en el
consultorio, dicho tratamiento se llama panfotocoagulación y sirve para intentar
detener o al menos enlentecer el daño que puede provocar la proliferación en el
ojo. Se trata la retina isquémica para que deje de estimular la proliferación. En
general se realiza en distintas sesiones para que sea mejor tolerado, entre 2 y
4 sesiones suelen ser suficientes.
La retinopatía Diabética
Proliferativa suele requerir el tratamiento quirúrgico, el objetivo de la
vitrectomía es extraer la sangre, liberar las tracciones producidas por la
proliferación y realizar el tratamiento con láser de la retina para intentar
detener nuevas proliferaciones.
El edema macular
diabético puede ocurrir en cualquier estadio de la retinopatía, existen
distintas drogas para tratarlo y puede requerir de múltiples inyecciones
oculares para mejorar.
Cabe destacar que
el control de la Diabetes con medicamentos, alimentación y ejercicio reduce el
daño ocular producido, por lo que es clave el tratamiento multidisciplinario de
los pacientes diabéticos. Además los controles oculares periódicos y el
tratamiento oportuno cambian el curso de la enfermedad y obviamente mejoran la
calidad de vida de los pacientes.
Lucas Adamo.
Médico
Oftalmólogo.
Especialista en
Retina y Vítreo.
M.N. 126609